En busca de puntos finales...

Manu lo observaba todo como aquella mujer de pelo blanco lo hiciera sentada desde una galería prestada. Todas las estaciones pasaban por su retina, las primaveras, los otoños, unas tras otras visitaban las macetas del patio interior y se coloreaban en aquel pedacito de cielo que se vislumbraba entre dos edificios altos. De noche era más complicado distinguir alguna estrella con la luminiscencia de una ciudad poco ruidosa pero en definitiva, ciudad. Manu lo observaba todo, justo en ese punto era cuando su memoria lejos de apagarse cobraba más fulgor, cuando recordaba contemplar las incontables lágrimas de San Lorenzo camino de la dehesa hasta su casa. Las noches de luna llena hasta los guijarros del camino parecían fluorescentes y los deseos los disparaba con la punta del pie… el sonido del bosque y la de veces que saltó por su ventana en plena oscuridad para bailar descalza entre las luciérnagas!



Manu lo observaba todo y resultaba tan fácil desdibujarse con el dolor y las ilusiones de los demás, tan sencillo colarse justo ahí detrás del esternón. Aprendía y crecía, desaprendía y menguaba casi con la misma facilidad de quien bombea sangre a sus arterias o saca el aire de sus pulmones en un suspiro. Había adquirido esa capacidad de aislarse de sus propios fantasmas si era capaz de dar forma a un abrazo… aunque sólo fuera de voz!

Son muchos los renglones que se desordenan entre pensamientos pero Manu siente la necesidad de escribir, dejarse fluir para que broten con libertad. Ella sabe que toda esa caligrafía como en el formato de las trilogías cobrarán su propia estructura un día. En su ahora se transcribe algo inconexa pero sensiblemente acompasada de emociones y sensaciones… de días con vida, de madrugadas en las que no fue suficiente dar vuelta al colchón por si los sueños también cobraban otro horizonte. Hoy Manu recupera la tardía primavera de aquel año que para ella pasó en blanco. Recuerda a la anciana en el balcón de mirada nostálgica, su bisabuela, a quien encerraron como un pajarito en una jaula acristalada con vistas a un pequeño punto de fuga entre aquellos dos bloques de hormigón pero quien nunca dejó de respirar en cada parpadeo, ni de distinguir un intenso azul de la oscuridad de la noche. Pronto será primavera y el sol hará del jardín un balneario con las primeras gotas del rocío para regar las estrellas no se vayan a quedar secas de tanto brillar!

Los párrafos como la vida encontrarán un orden. Manu repasa sus anotaciones, hojas llenas de borrones y flechas que apuntan hacia una idea más, a veces sólo una palabra, ésa que no fue capaz de encontrar entonces pero que lo hace en el momento más inesperado, la pieza del puzzle que remata, que la ayudará a desapegarse de "sus puntos suspensivos" para reemplazarlos por un punto final. El tiempo no diluye la esencia, Manu escribe para ella... adora la textura y el aroma del papel, nada puede apasionarla más!


Otra vez el pelo blanco y la mujer, aquella que aun pareciendo perdida siempre la recordara a Manu que cada minuto era tiempo de descuento y había que ponerse a vivir. Y Manu vive y escribe, escribe en una hoja en blanco, en un trocito de servilleta, en los sobres usados, hasta en la palma de la mano.

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