Al final ...

… una sola tiene que atarse sus zapatillas!

Lo he vuelto a ver … pero esta vez con el desahogo de mi rincón, todo va mejor. Me esfuerzo en alejar este sentimiento tan impropio con mis actuaciones … sensación que no puedo afinar. Sólo se que duele, es como un abandono injustificable pero que resquema, quizá hoy no sea mi día pero he de ser honesta y reconocer que ese “sentir” ha de tener un nombre pues cuando menos, me resulta familiar … me ha visitado más veces. Algún día le plantaré cara con valentía … sólo unos cuantos ensayos más y tendrá nombre.

Después de muchos años de entrenamiento, mis zapatillas se han partido para ganar esa flexibilidad necesaria en la comunicación y mis puntas en los ejercicios finales de barra, reforzaron mis músculos y me ayudaron a mantener el equilibrio que se requiere para que tu “partenaire” soporte el suyo y continuar el baile en el escenario de la vida misma con nuestros momentos graciosos y también melancólicos. En una ocasión leí que “colaborar con alguien a mejorar su técnica contribuirá a perfeccionar la nuestra”.

Pero … no existen escuelas técnicas para el corazón! Menos mal que mis zapatillas son de cuero de grano, las más valiosas, las más duraderas y por encima de todo, me favorecen a mantener el cariño caliente. Cada una de mis zapatillas cuenta con dos bandas elásticas que se adaptan a las circunstancias, sujetas con firmeza a la vida por un lado pero libres en el otro extremo para danzar con ligereza, casi como levitando por el suelo y volver a caer sin hacer ruido tras el salto … ese brinco que me acerca a las estrellas … es mi pasión, es mi libertad, mía!

En cada uno de mis nudos hechos y desechos incansablemente y que por rebeldía nunca escondo, se van marcando “lazos” … mas no olvidéis que están fabricados de delicado satén que se puede deshilvanar; si bien su remiendo no es imposible, sólo es un parche.

En la limpieza de mis pasos echo de menos “alguna” coreografía y al ritmo de mi respiración continúo perfeccionando mi giro, creciendo, y cuando agotada descansan mis suelas en la realidad … sola tendré que quitarme las zapatillas y doblarlas con mimo hasta el próximo baile.

Por cierto, olvidé deciros que mis zapatillas son rosas … el romanticismo no puede tener otro color y cuando la estructura de mi puntera se debilita, la refuerzo con algodón porque así imagino que floto entre nubes y sueño, cuánta paz!

Gracias Esther, gracias Amarilla y gracias Rosita por ser tan incondicionales … tan leales … os quiero! Y a tí Welch ... qué te puedo decir, que no te haya dicho ya! Muacc