Empezar segundas partes buenas...

En ocasiones el corazón se desafina como los instrumentos, y saber escucharlo es la parte más básica y esencial como el músico que debe aprender a afinar de oído.
Hay que entonar sin tensar demasiado, sin acelerar el pulso ni angustias, no vaya a ser que ese motor vital se rompa y, a diferencia de las cuerdas de una guitarra, uno olvide fácilmente que no existen corazones de reemplazo.
Debería estar prohibido latir con ruido… Los sentidos no acompasan bien y la melodía se diluye en semejante distorsión.
No hay una teoría única, ni tan siquiera una práctica que a base de constancia nos haga conseguirlo. Unas veces lo acaricié con la quietud de mi actividad mental, conviviendo con mi propia soledad. Otras, con el perdón… No creo en el daño intencionado, en el placer de herir porque sí. Seguramente a ti te duele tanto como a mí y nos perdimos sobreprotegiendo nuestras heridas. Un pulso tan absurdo como invisible. No existen culpables.
El silencio es poderoso… El silencio te da las pistas y las pautas, la oportunidad de reaprender, de despegarte y aceptar que no puedes darle a alguien lo que no quiere recibir. Todos tenemos nuestros tiempos y la vida es viva como para desacompasarnos para reencontrarnos. Y, sobre todo, el silencio nos libera del miedo, del rencor… Nos pone alas para ser lo mejor de nosotros mismos. ¿Quién osó a decir que segundas partes nunca fueran buenas? ¡Yo sé que pueden ser incluso mejores!
Aprende a no pedir amor, simplemente ama… No lo dije yo, sino Alejandro Jodorowsky.

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