Every breath you take...

Hay sitio para muchas almas, muchas historias en mi corazón y en mi retina cabe más luz de la que puedo imaginar.
La polca a lomos de los empeines del papá de Mariana. La tensión del viento en los brazos de su primo el día en que Rodrigo voló su cometa por primera vez. Los escondites de las hadas del bosque de ‘las pequeñas’ de Maite. El triciclo de Simón persiguiendo la estela de su padre con la prensa bajo el brazo.

El ascenso del abuelo de Ana a casa desde el portal mientras silbaba y jugueteaba con las llaves. Los cuentos de Martín dentro de la mosquitera a sus nietos. La ‘particular’ de Don Alberto en el campanario de la iglesia y para los niños del barrio. Los pies engullidos en la arena tras las olas, de aquel buen hombre sin nombre para Carmencita.
Aquella melodía del tercer piso en el patio de Carola. Los tapacubos relucientes cuando compró coche nuevo el vecino de Mario. El catalejo en el escaparate donde Manuel apoyaba su frente en cada viaje al centro de la ciudad de la mano de su mamá.
Y así transcribo, entre la retina y el corazón, todos esos pedacitos de recuerdos que ellos me comparten y con los que sucede algo mágico, como si yo hubiera estado allí, congelándolo todo con mi disparador. Estos son algunas de mis tesoros por fotografiar, la fuerza de poner imagen a una emoción. El reto de dar forma a un aroma.
Fotografiar para mí es RESPIRAR, contener el aire en un ‘click’ y luego exhalar despacio. Como muchas veces manifiesto, respirar para parar, para hacer hueco, para coleccionar momentos, para recordar, para enfrentarme a lo que está por llegar y para elegir. Yo elijo mirar como vivo; con pulso, con corazón.

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