Mírame...

De pequeña Manu tuvo una imaginación prodigiosa y nada la fascinaba más que contar historias con una improvisación desbordante y todo tipo de personajes y ambientes.

El final siempre quedaba abierto, primero porque así concatenaba sus cuentos y eso activaba su propia creatividad, pero sobre todo porque era su forma de invitar a cuantos le escuchaban a que cada uno proyectara su propio final, inconscientemente libres con sus circunstancias y sus inquietudes. Era como practicar el arte de vivir. Adorable. Ser quien quieres y hacer realidad tus sueños más absurdos. Poderoso. Mágico.
Hubo largas tardes de portal sentados en las escaleras de frío mármol del entresuelo. A los niños les prohibían quedarse dentro. Paco, el portero, era un infatigable cascarrabias y raro era el día que no protestara. Cuando no lo hacía, canturreaba y silbaba alternándolo con mucha habilidad, la misma que habían adquirido los pequeños si aparecía para huir y dispersarse con rapidez con el calzado bajo el brazo, porque los calcetines no eran delatores.
Más de uno perdió un zapato. También era gracioso aguantarse la respiración o la risa cuando había ruido de llaves, se disparaba el timbre del telefonillo de la entrada o el ascensor se activaba. Divertido, pero con una inocente tensión. Inquietante. Provocador.
Manu regresaba a estas sensaciones del pasado cuando intuía que la creatividad mermaba. En la espontaneidad de los niños, en su curiosidad siempre despierta, en sus ganas de todo, incluso para luchar con monstruos, en su impaciencia…
En todo ese ‘minimundo’, Manu encontró una inagotable fuente de inspiración. A veces sólo escribía palabras sueltas desperdigadas por el papel, luego trazaba líneas entre ellas y ponía nombre a una nueva constelación. Para rematar esperaba el momento a poner todo aquel universo a trabajar, ser capaz de poner en práctica aquella gran idea y lo más importante, no derrumbarse si alguien se la adelantaba, si se cruzaba con otro extraordinario cuentacuentos… Nada pasa por casualidad, un nuevo aprendizaje, quizá. Lo que fuera pero sin alejarse de tu germen para perderte entre excusas. Revivir el duelo. Respirar oportunidades. Vértigo. Entusiasmo.
No todos los recuerdos eran recurrentes. Ni tampoco los presentes determinantes, ni los futuros inciertos, pero simplificarlo todo al origen funcionaba. Uno más uno igual a dos. La ‘m’ con la ‘a’, ‘ma’. Despeinarse entre las sábanas o haciendo volar la falda. Canturrear. Silbar. Andar descalza. Vivir cada momento y no esperarlo. Reinventarse. Recomponer la belleza si fue dañada. Reírse de uno mismo. Encharcar los pulmones de aire limpio. Ensanchar el alma.
Mirar bonito. Eso que sucede entre la retina y el corazón.  Reconocerlo y reconocerse.

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Me encanta que te asomes a este rincón ... saber que a todos nos gustan las cosas que tocan el corazón! Gracias por recrearte un poquito conmigo ...

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