Bañada en salitre ...

Hoy fue un día de esos que la sonrisa se fija como el ceño fruncido en un día de sol ... porque los días de viento sur en nuestra Bahía son un espectáculo para los sentidos, se orean las emociones y la piel se baña en salitre.

Acaricié con una buena amiga los archivos de la niñez, regresé al Barrio Pesquero donde crecí entre marineros que empataban anzuelos mientras fumaban la vida en un guiño y faldas de mahón que remendaban las redes, cuando un mar de gaviotas revoloteaban sobre la lonja las mañanas de cosecha.

Un abordaje de piratas se concentraba en unas literas hasta que un día mi hermanita la pequeña sacó un pie por la ventana, menudo susto! Surcábamos los mares en largas travesías sobre las banquetas de la cocina de abuelita Carmina ... porque la imaginación es el juguete más podero que un niño puede manejar. Recuerdos salados.

Abuelito trincha un bonito junto a la fregadera ... mis ojos ambrientos de sabidúría descubren que los peces sangran y que el abuelo siempre reparte las mejores "tajadas" entre sus hijos. Desembarcamos con destreza, saldremos a faenar con abuelito, abuelita se queda con la marmita entre fogones. Una parada en La Carola, pipas Facundo y chicles Cheiw, luego al Bar de José, mosto y caracolillos ... pero lo mejor está por llegar, el abuelo tiene el mapa del tesoro y nos promete "lo más rico del mundo" ... un bombón de chocolate! Y yo le miro porque no me gustan los helados ... pero eso sólo lo se yo y le devuelvo una gran sonrisa.

Regresamos de la mano ... el corazón no late, salta! A mis abuelos del Pesquero por tantas pizcas de sal!