La amistad enriquece la vida ...

Cada tarde abandonaban lo que tuvieran entre manos para acudir puntualmente a su cita. A veces, se sentaban la una junto a la otra sin hablar, si Marta cerraba los ojos, Cris sencillamente esbozaba una sonrisa y rápidamente se unía al ritual … eran momentos de felicidad tan grandes que si se sorprendían con un guiño la mirada, se arrancaban con unas carcajadas terribles, carcajadas de complicidad … de eso hacía ya más de quince años, estaciones que se sucedieron entre profundo cariño.

Cris fue la primera en abandonar el pueblo, había dado el salto a la Universidad, una separación dolorosa pero quedaban las cartas; Marta esperaba con júbilo al cartero caaaaaada día, aquellos renglones eran su ventana al mundo.

Ninguna recordaba como fue cuando de repente dejaron de cartearse, de saber la una de la otra, posiblemente se zambulleron en sus rutinas; las familias informaban de algún detalle pero su memoria empequeñecía al ritmo del calendario, eso sí, donde quiera que estuvieran si percibían el calor de una puesta de sol, un pensamiento y un suspiro volaban hacia aquellas caritas doradas por el atardecer.

Cada una siguió su camino: Mientras Cris se convertía en una reconocida reportera e independiente mujer un tanto escéptica en el amor que había recorrido todos los mares de esta tierra, Marta se enamoró perdidamente de un acomodado hombre de negocios en la gran ciudad y su vida transcurría del metro a casa y viceversa. Cuando Cris descubrió el amor en la persona que no podría tener, Marta se sumía en una tormentosa crisis, como consecuencia de su obsesiva maternidad. Y así transcurrían los días y la vida.

El vínculo emocional era mucho más sólido de lo que jamás imaginaron, circunstancia o causalidad que las llevó el mismo verano a tomar idéntica decisión: regresar a su infancia. El trayecto resultó inquietante porque ... y si quizá, sólo quiza se encontraran ... que tontería después de tanto tiempo! Pero el destino caprichoso así lo confabuló, la noticia no tardó en atraparlas y con la aurora salieron corriendo a su encuentro, el abrazo fue conmovedor ... qué bonitas estaban! Aquella tarde-noche hubieron de interrumpirse incansablemente, la estampa era preciosa ... dos mujeres fascinantes que conversaban sobre esperanza y entendían de decepciones.

Desde entonces hablan casi a diario por teléfono derrochando vitalidad cuando no se mensajean por Facebook y con cierta regularidad planean alguna escapada puesto que aún quedan unos cuantos mares por descubrir. La amistad tonifica y enriquece nuestras vidas ... este es el espíritu que me impulsa!

Para quien quiera disfrutar de la esencia de este sentimiento, os recomiendo la comedia de Cécile Telerman "¿Porqué las mujeres siempre queremos más?" ... no tiene desperdicio.